Apuntes perversos de los 95 Oscar

Hola después de mucho tiempo. Hemos visto la gala de los Oscar con todos los deberes hechos excepto uno, que es la segunda ‘Avatar’, pero el cielo puede esperar (no tanto el par de hostias que nos gustaría soltarle a James Cameron). La ceremonia nos ha parecido estupenda, ágil y breve, aunque también es cierto que estamos enfermos de cine y mitomanía, y todo lo de la obscena academia americana nos parece poco. Otro cosa son los Goya, que nos toca el ripio inmediato porque entregan sus premios con la boina puesta, la gallina en el canasto y su eterno quiero y no puedo. No encontrarán el tono jamás. Muy bien Jimmy Kimmel, un anfitrión en su justo punto de acidez, pero siempre echaremos de menos a jefes de sala como Billy Crystal o Whoopi Goldberg, que no se mordían la lengua como ahora nos tienen obligados. El personal cumplió excepto Lady Gaga. Cantó mal y salió horrenda, y no se llevó el premio: todo esto nos satisfizo. La canción bollywoodiense le da cien patadas.

Según todos los pronósticos, arrasó ‘Todo a la vez en todas partes’, una película polisaturada que juega con el novísimo coñazo del multiverso. Es divertida, y tan intensa que agota la fórmula en sí misma. Para que no se vuelva a repetir, habría que asesinar a sus insoportables directores (son dos, y poco nos parece para semejante avalancha; qué estomagantes sus discursos de agradecimiento). Bravo por el premio a su actriz protagonista. Aunque estamos enamorados de Blanchett, su ‘TÁR’, una película irregular sobre muy valiente, se ha pegado un tortazo en la taquilla, lo mismo que ‘Los Fabelman’, el pseudo autobiopic de Spielberg que nadie ha querido ver, y eso que contiene varios instantes de purísima emoción cinematográfica. El galardón para Brendan Fraser por ‘La ballena’ también se veía venir. Es un trabajo notable, y absolutamente tramposo. A Fraser le metió el dedo en el culo un productor que le tenía ganas, y desde entonces anda llorando por los rincones como la Zarzamora. Sale en la próxima de Scorsese, esta es una resurrección veraz y no la de Cristo. Bien por el desastre para ‘Elvis’: el actor es fantástico, pero Baz Luhrmann necesita una lobotomía como el comer. Angela Bassett se puso negra (su cara era un cromo) cuando le dieron lo que esperaba para ella a Jamie Lee Curtis, un premio más romántico que merecido, pero lo celebramos porque es una actriz gamberra, sin bótox ni prejuicios, y da leyenda a pesar de una carrera plagada de espantos. Que nadie se olvide jamás de ‘Un pez llamado Wanda’ o ‘Mentiras arriesgadas’, sus dos mejores trabajos. El premio para el secundario otorgado a Key Huy Quan es un puto chiste de mal gusto, una verdadera tontería teniendo como rivales a todos los demás en liza, que le sacaban cuatro cabezas. A Spielberg le hizo mucha ilusión, pasa que está chocho y sentimental.

Como inventario del material sobrante, qué justo el oscar para el ‘Pinocho’ de Guillermo del Toro, sin duda la única obra maestra absoluta de esta edición, y también el que se le dio a ‘Sin novedad en el frente’, la apuesta del ogro Netflix después de haber descartado (aplausos) lo último de Iñárritu, ese ‘Bardo’ que bien merece la pena capital por pajillera y autocomplaciente. Podríamos seguir con la autopsia de estos Oscar, pero ha pitado la lavadora y hay que tender la ropa. Hasta pronto.