Microrrelatos

Temporada 2021-2022

Confusión

escrito por María del Mar Saldaña

Al abrir la puerta del cobertizo y ver la estampa, por poco se cae de bruces. Cerrando y abriendo sus ojos con rapidez, restregándoselos con fuerza, intentó averiguar si la imagen era real o traspasaba la cordura en forma de alucinación. Aunque por mucho que lo intentaba, allí seguía. Apostado sobre sus patas traseras, vestido de esmoquin y sombrero de copa, habano en la pezuña izquierda, bigote fino bien cuidado y sonrisa burlona, el marrano sostenía un porte digno de humanidad. Miró a la vaca, al caballo, a las dos ovejas que balaban al final de la nave, y a las gallinas revoloteando por todo el espacio sin importarles la insólita situación. Todo parecía estar en orden. A excepción del cerdo. El granjero, aún estupefacto, reparó en la botella que sostenía en su mano y, volviéndose hacia la porqueriza pensó que, antes de tirar aquel aguardiente, prefería saludar al cochino.

Confusión

Vicisitudes

escrito por María del Mar Saldaña

Cuando conocí a mi esposa, para impresionarla, le dije que era ecologista, y todo porque me confesó su condición de vegana y me hice un lío con tanta palabreja abstracta. El caso es que, para hacerme el interesante, le mentí, diciéndole que estaba tan comprometido con mi causa, que iba a trabajar en elefante, por eso de la polución atmosférica. Cuando la cosa se puso seria, para que no me descubriera, no tuve más remedio que vender mi vehículo y comprarme al animal. Desde entonces salgo todas las mañanas montado en él hacia el trabajo. Me costó mucho acostumbrarme a su altura, al paso lento, a los días de lluvia, incluso tuve que aprender a situarlo de forma correcta en el aparcamiento de la empresa para que no dañara a los demás coches. Hoy me he enterado que el elefante emite gases altamente contaminantes. ¡Mierda! ¡Ahora que me había acostumbrado!

Vicisitudes

Reliquias

escrito por María del Mar Saldaña

—Quisiera tener varias de repuesto.

—¡Qué locura! —contestó aquel misterioso tipo con acento extranjero—. Es imposible conseguir tanto material.

—Pero… es que las necesito. ¡Pagaré lo que me pida!

Se hizo un breve silencio.

—Le digo que es imposible. ¿Usted sabe cuánto me ha costado encontrar esta en el mercado negro? —susurró abriendo con cautela la caja polvorienta—. Es la única que he podido obtener.

—¡Asombroso! ¡Qué maravilla!

Perplejo, su rostro se afanaba por imitar la forma de la antigualla sin conseguirlo.

—Y dígame, ¿para qué la quiere? ¿Sabe que le va a costar una fortuna?

—Mi hija de cinco años piensa que esto es un cuento chino, una leyenda mitológica, el sueño idealista de un padre loco y fantasioso que hace lo posible y lo imposible por dar a su pequeña un poco de esperanza —suspiró emocionado entre lágrimas—. Hace tanto que no vemos una sonrisa…

reliquias

Dudas

escrito por María del Mar Saldaña

«¡A seguir leyendo, leche!» Ordené con ímpetu a mi cerebro suponiendo que así dejaría de darle vueltas al tema. No resultó.

Hace dos noches el sonido del teléfono me despertó. Tendría que haberlo intuido, ya que el tono de la música se me antojó fúnebre, pero pensé que en el duermevela todo se estima sombrío, así que contesté sin sobresaltos. Al otro lado del auricular, una voz extraña me informaba que un amigo de la infancia había fallecido. Muerte natural. «¡Qué horror!» Era el quinto colega que se despedía de esta vida en menos de un año.

A la mañana siguiente acudí al cementerio, a presentarle mis sinceros respetos. Tras dar varias vueltas por el campo santo, no conseguí encontrar su tumba. Eso sí, me topé de bruces con una lápida serigrafiada con mi nombre y apellidos. Aquel descubrimiento me impactó. Desde entonces no sé si estoy vivo o muerto.

dudas

Cuentos

escrito por María del Mar Saldaña

Hace tiempo una gitana me leyó el porvenir. Afirmó con vehemencia que, por la forma de las líneas que se descubrían en la palma de mi mano, no encontraría a mi alma gemela hasta terminar la universidad, junto a un hermoso lago, al traspasar un frondoso bosque.

Hace unos meses viajé con mi mejor amigo a Cazorla para celebrar y dar por finalizados los estudios superiores. Allí, tal y como la pitonisa había presagiado años atrás, al terminar el recorrido de un sendero arbolado, me topé frente a un resplandeciente embalse. Entonces lo supe. Me hallaba al lado de mi príncipe azul sin saberlo. ¡Tenía que encontrarlo! Así que pedí a mi amigo que me ayudara a localizar a un apuesto batracio, el cual me llevé de vuelta a casa.

Desde aquel día lo beso sin parar. Es extraño, aún sigue convertido en sapo. ¿Será presa de un hechizo defectuoso?

clarividente

Otros Tiempos

escrito por María del Mar Saldaña

Los titulares de hoy se hacen eco de la noticia del día: «Nave espacial aparece en mitad del desierto.» Me resulta extraño como han tratado la exclusiva, yo mismo les expliqué que aquel vehículo no era otra cosa que el transporte que utilizamos en el año 2980 para cruzar al pasado, pero ninguno de los cagatintas con los que hablé, ha tenido valor para contarlo. Tampoco me han nombrado, ni revelado a los lectores que en ella viajaba un astronauta del futuro. Por alguna razón, en este período, se suele tergiversar la realidad. Ya me lo advirtieron. «En el año 2000 las conciencias aún están condensadas.» Tras lo leído, he decidido camuflarme. Pasar desapercibido. Intentar realizar la misión de paz humanitaria en el más absoluto anonimato. Aunque aún no tengo claro cómo voy a llevarlo a cabo, no es fácil ocultar la piel azulada y los tres metros de altura.

Otros Tiempos

Juegos Infantiles

escrito por María del Mar Saldaña

—Tranquila, pronto se callará, y ya no la oiremos más.

—¿Y si no se calla?

—Le tiraremos piedras.

—No me gusta este juego, Marga.

—Pues no haber jugado.

—¿Por qué no le echas la cuerda y la sacamos del pozo?

—Porque entonces perdería.

—Pero es que se ha hecho daño cuando la hemos empujado, ¿no la oyes llorar?

—Es lo que hay, sacó el palo más corto.

—¿Por qué no llamamos a alguien que nos ayude a subirla?

—Porque así no se juega. Se tiene que quedar ahí abajo para siempre.

—¿Y sus padres, no preguntarán por ella?

—Para eso ya sabemos que decir.

—Pero, es que yo no quiero decir mentiras a nadie.

—Pues si rompes las reglas ya sabes que vas abajo también.

—¿Y si alguien la oye a gritar?

—Tendremos que echarle agua hasta ahogarla.

—¿Y si flota?

—Si flota, tendremos que salir corriendo sin mirar atrás.

Juegos Infantiles

Relación Artificial

escrito por María del Mar Saldaña

Era la primera vez en la historia que dos robots experimentaban con sentimientos humanoides. RH15 se había enamorado de MH3 y, para sorpresa de los científicos informáticos, su amor fue correspondido. Pronto comenzó su relación, la cual fue pasando velozmente de esporádica a estable. Su potente conectividad los impulsó a contraer matrimonio y compartir sus vidas en un pequeño ático frente a “El Retiro” en apenas un mes. Eufóricos por participar de la rutina familiar, no predijeron las diferencias conyugales, siendo en principio desacuerdos algorítmicos, convirtiéndose más tarde en fuertes discusiones wifinianas. Un día, un desencuentro, provocó un cortocircuito en la cabeza de MH3 haciéndole cambiar el chip, obligándole a reprogramar su sistema operativo. Nada volvió a ser lo mismo. El divorcio no tardó en llegar. Entonces fueron conscientes de que nunca habían llegado a ser compatibles del todo, al fin y al cabo, RH15 siempre había tenido pocos bytes.

Relación Artificial

Proyección

escrito por María del Mar Saldaña

La otra tarde tuve una revelación. Estaba en el duermevela de la siesta cuando, de súbito, me descubrí fuera de mi cuerpo observando todo lo que sucedía en la habitación. Me vislumbré dormida en el sofá, con la cabeza ladeada y el mando a distancia entre las manos, frente al televisor, que en aquellos momentos desarrollaba la escena de un capítulo de una novela turca que quiero seguir, pero que nunca llego a ver más de los primeros cinco minutos. Por un instante pensé que había muerto, hasta que un leve bostezo me confirmó que seguía en la existencia terrenal. Fue ahí cuando me sentí espectadora de mi propio teatro, llegando a la conclusión de que la vida es una película y que cada uno de nosotros somos personajes protagonistas de la misma. ¡Vaya tragedia! Pensé. Mi papel se sostiene en un drama de Almodóvar que ni yo misma entiendo.

proyeccion

Infiel

escrito por María del Mar Saldaña

La otra tarde, al terminar una comida de negocios, me quedé en la cafetería del hotel tomándome un whisky, cuando de casualidad me percaté, que la hermana de mi esposa se encontraba al final de la sala. Aunque no nos llevamos muy bien, iba a levantarme para saludarla, cuando de súbito, apareció un chico joven que se sentó a su lado y con el que comenzó a hablar. Como es profesora de instituto, no me extrañó, y decidí seguir leyendo el periódico y esperar a que terminara la charla para acercarme. Estuvieron conversando un buen rato hasta que, de repente, comenzaron a besarse de forma apasionada. «¡Qué poca vergüenza! La gente ya no tiene dignidad.» Pensé. «Cuando llegue a casa se lo tengo que contar a mi mujer.» Y me escondí tras el rotativo para no ser descubierto.

—¿Subimos a la habitación? —preguntó José, mi amante, al verme tan inquieto.

infiel

Accesorios

escrito por María del Mar Saldaña

Estoy harta de ser una chica normal, del montón, de esas que siempre pasan desapercibidas, ¡vamos!, la mujer invisible. De esto me quejo constantemente con mis amigas, las cuales, cansadas de escuchar mi soniquete, han decidido regalarme por mi cuarenta cumpleaños una sesión con varios estilistas profesionales y de renombre. Tras todo el día en el salón a base de masajes, drenajes, cavitación, tratamientos faciales, pedicura y manicura, maquillaje, nuevo vestuario, y otros tantos artilugios más, han conseguido hacer de mí una sex-symbol, ¡vamos!, una buenorra de mucho cuidado. El caso es que, tras la cena y la discoteca, he llegado a casa deseando meterme en la cama, hecho que ha tardado más de cuatro horas en suceder, pues he tenido que quitarme las tetas, el culo, las pestañas, las uñas… todo lo postizo, además de limpiarme la cara. Ya no quiero ser un pivón, ni sentirme como Mr. Potato.

Accesorios

Los Asquerosos

escrito por María del Mar Saldaña

Todo comenzó cuando el niño manifestó que el agua y el jabón eran insalubres, y que su aplicación a diario le impedía acumular gérmenes para inmunizarse. Ante estos argumentos, la familia dejó de utilizar los elementos de higiene, y se dieron a la vida inmunda. Como consecuencia, el padre fue despedido del trabajo y los niños expulsados de la escuela. El abuelo fue víctima de una infección que lo llevó a la amputación de la pierna derecha, sustituyéndola por un palo de madera. Y la madre, tras una conjuntivitis extrema, se vio obligada a deshacerse de uno de sus ojos, cubriendo la cavidad con un parche. Las ratas se hicieron convivientes y el hedor dejó de molestar al olfato. Fue entonces cuando la mugre se comió lentamente el bello, la piel, los músculos, los órganos, las uñas, incluso los cerebros de aquellos cuerpos sarnosos, dejando solo una montaña de estiércol.

Los Asquerosos

El Intruso

escrito por María del Mar Saldaña

No solía pararse a observar los escaparates de los grandes comercios, le gustaban más los locales pequeños de barrio, humildes, esos que suelen escapar al ojo del viandante pero que, sin embargo, en su interior, esconden tesoros por descubrir. Como la librería de la bocacalle, donde se custodiaban cientos de obras portentosas, ya descatalogadas, en su primera edición. Aunque aquel día, giró la cabeza hacia una de las cristaleras del anticuario, vislumbrando entre los objetos una «Hispano Olivetti Studio 46», la máquina de escribir con la que tecleó su primer relato. Fue el recuerdo quien la compró, y no él, encontrándose minutos después frente al aparato, con el papel en blanco tras el rodillo, dispuesto a pulsar la primera tecla. Comenzó a escribir y, al llegar a la mitad del folio, se percató que las palabras impresas, además de la historia, eran otras. Sin duda, el artilugio, tenía narración propia.

El Intruso

Admiración

escrito por María del Mar Saldaña

El locutor quedó en silencio, atónito ante lo que acababa de escuchar. Al principio pensó que era una broma, pero los detalles que proporcionaba aquella voz femenina y delirante le habían dejado sin palabras, ¡a él, precisamente!, que siempre tenía una elocuente respuesta o conclusión sobre las historias que contaban sus oyentes en antena. No sabía qué hacer. Caviló la posibilidad de poner aquella conversación en conocimiento de la policía, al fin y al cabo, el programa era grabado para su posterior emisión en diferido a través de la página web. Finalmente, descartó la idea. Seguro sería una chalada sin peligro alguno. Aun así, seguía sintiendo terror ante sus confesiones y, por un momento, soportó el miedo de verse solo en la emisora a las tres de la madrugada. Su instinto periodístico le impedía colgar y deshacerse de aquel testimonio que, sin saberlo, provenía de la segunda planta del edificio.

Admiración

Noctámbulos

escrito por María del Mar Saldaña

Vuelven a dejarlos debajo de la cama, como si nada hubiera pasado, en la misma posición. Se creen que no los oigo, que estoy durmiendo, pero sin querer me entero de todo. Tengo un oído muy fino. Anoche estuvieron hasta las tantas jugando sin parar. ¡Y claro! ¿Cómo voy a decirles que estoy despierta, que no me dejan dormir? ¡No, eso nunca! No quiero asustarlos, ni parecer agresiva o descortés. Si han encontrado un sitio donde entretenerse, quién soy yo para echarlos. Eso sí, luego, por la mañana, mi marido me pregunta qué me pasa, que porqué tengo esas ojeras y ese malhumor. La verdad es que me gustaría contárselo, ser sincera, decirle la verdad. Pero no puedo. Imposible. A ver cómo le explico yo, doctor, sin parecer que me he vuelto loca, que tenemos dos monstruos debajo de la cama a los que les gusta jugar con nuestros zapatos.

noctambulos

Relaciones Extramaritales

escrito por María del Mar Saldaña

Cuando el periódico decidió prescindir de su sede física y pasarla a una virtual, todos los trabajadores nos vimos abocados a seguir ejerciendo nuestras funciones laborales en el denominado Metaverso. Al principio estaba bastante reticente pues, a mis 52 años, uno no está para mucha tecnología, odio los ordenadores, y menos aún para cambios tan drásticos.

El traslado comenzó con la creación, por parte de todos los empleados, de un avatar, donde podías elegir el físico y la edad, evidentemente, me hice uno seductor y mucho más joven. Más tarde, los informáticos nos asignaron una vivienda y nos facilitaron el domicilio de la nueva redacción.

Desde entonces hago cosas irracionales, como engañar a mi esposa con una tal Marisa; o gastar cientos de criptomonedas en fiestas desenfrenadas.

Ayer, mi amante, me confesó que era mi mujer. Ahora solo nos comunicamos de forma digital. En el mundo real, seguimos sin hablarnos.

Relaciones Extramaritales

Biogenética Comercial

escrito por María del Mar Saldaña

Mi empresa ha conseguido, mediante la reestructuración y unión de varios ADNS y diversas clonaciones, un nuevo mamífero proveedor de productos lácteos: la vacoveja, o lo que es lo mismo, un cruce genético entre una vaca y una oveja. El animal es raro a la vista, aunque terminas acostumbrándote a su aspecto tras haberla contemplando dos o tres veces. Una de las cualidades de este nuevo germen, es que dispone de tres ubres que, al gusto del consumidor, y según la tetina que se le apriete, uno puede extraer queso o leche semidesnatada, desnatada o sin lactosa de cualquiera de las dos especies al instante, fresca y pasteurizada, obteniendo también café o diferentes variedades de té del busto del medio. Como es manejable y muy doméstica, vamos a comercializarla en las cafeterías de autoservicio “bio”. Si todo sale bien, en un año, podremos lanzar el formato mini al mercado hogareño.

Biogenética Comercial

Cuerpos Especiales

escrito por María del Mar Saldaña

Tras perder la partida de póker, no tuvieron más remedio que acatar las consecuencias. El ganador, un hombrecillo de gabardina marrón y piel verdosa, vertió el líquido azul de la botella galáctica en los vasos de chupito, al parecer, su ingesta facilitaba al cuerpo humano una transformación física inmediata, incorporando de forma consumada todas las características del personaje adoptado.

El primero en realizar la transmutación fue el militar, que cambió su fisionomía para convertirse en Rambo. Tras él, la científica, se regeneró en María Curí, hecho que provocó las burlas del extraterrestre, que afirmaba que los humanos eran muy predecibles.

Llegó el turno del biólogo que, lejos de alterar su aspecto por otro humano, estableció la forma de un alienígena azulado.

—¿Se puede saber en quién pensabas? —le preguntó el alien molesto.

—En Rafa Nadal.

—No es de este mundo —confirmó.

Volvió a intentarlo.

—¿Einstein?

—No es de este mundo.

cuerpos especiales

Sociología de la Educación

escrito por María del Mar Saldaña

La seño nos preguntó en un examen de lengua qué queríamos los niños y niñas de hoy en día. Sin dudarlo, comencé mi redacción escribiendo que quería tener otros progenitores. Disfrutar de un padre que, en vez de trabajar en una empresa de videojuegos, como el mío, se dedicara a la monotonía de la banca o a reparar cañerías. Y una madre que, lejos de ganarse la vida como instagramer, se ocupara como contable o camarera de pisos en cualquier hotel. Como los de Juanito, por ejemplo. «Ya no hay padres normales.» Concluí mi relato. El caso es que la maestra los ha llamado a tutoría. Después de un rato discutiendo, por el bien psicológico de los menores y su felicidad, ha insistido la docente, han tomado una decisión: cambiarme por Juanito que, al parecer, a él sí le gusta mi familia y, al igual que yo, detesta la suya.

Sociología de la Educación

Especie y Extinción

escrito por María del Mar Saldaña

No es fácil fingir lo que uno no es, a veces, incluso, puede resultar hasta peligroso. Y si no, que se lo digan a Paloma Bird, la primera y última mujer pájaro en la historia del «Gran Circo Ruso». Saltaba a la carpa con sus patas columbiformes, su plumaje gris y blanco y su pico anaranjado. Se introducía dentro de la lanzadera y esperaba paciente a que, tras el discurso preliminar que envolvía el ambiente en curiosidad, emoción e incertidumbre, el presentador encendiera la mecha ficticia del artilugio que la impulsaría hacia el techo. Una vez arriba, abriría sus majestuosas alas y volaría unos segundos sobre el público, para después simular que la gravedad hacía acto de presencia, cayendo sobre la red de protección. Luego volvería a su jaula. Era única en su especie. Quizás, fue por eso que, aquella tarde, cambió la falsa artillería por un cañón de verdad.

mujer pájaro

Descansemos en Paz

escrito por María del Mar Saldaña

A los ochenta me trasladé a “Paraíso Soñado”, una residencia ostentosa a las afueras de la ciudad. Aquí se está de lujo, tengo mi propio bungaló y, dentro de la villa, existen incontables actividades con las que entretenerse todos los días: golf, piscina, biblioteca, cine… Sería un verdadero edén, si no fuera por la vecina de al lado, que está todo el día quejándose, dando órdenes, con esa vocecilla aguda y molesta. No entiendo como su marido la aguanta.

Desde hace una semana no sé nada de ella. Manolo dice que, tras una discusión, se ha marchado a casa de su hermana. Acto seguido, mi perro, se ha colado en su jardín, entre las magnolias, distinguiendo, de súbito, una mano brotar de la tierra. Sin duda, era de ella. Corriendo la he vuelto a enterrar mientras nos mirábamos aterrados: él por ser descubierto y yo porque no quiero que vuelva.

descansemos en paz

Deudas

escrito por María del Mar Saldaña

Cuando mi madre gritaba desde la ventana: «¡qué viene el demonio!», mi padre fallecía al instante. Corría a tumbarse en la caja de pino que había instalada en el recibidor mientras mi hermana y yo encendíamos las velas alrededor. Siempre expiraba de forma natural, todos los lunes primeros de mes. Antes de abrir la puerta, nos restregábamos un trozo de cebolla en torno a los ojos y, con el rosario en la mano, lamentábamos nuestra pérdida. La visita apenas duraba unos segundos. Jamás volvíamos a saber del cobrador. Hasta que enviaban a otro treinta días después.

El último que vino era grande y fuerte, recuerdo que tenía una cicatriz en la cara y un parche en el ojo izquierdo. A pesar de su aspecto, era bueno. Nos acompañó en el sentimiento y pagó todo el sepelio. Por lo que tuvimos que organizar el entierro.

Ya, nunca más, supimos de papá.

deudas

Deslealtad

escrito por María del Mar Saldaña

La otra tarde, mientras tomaba el té en el Café Violeta, se sentó frente a mí, de súbito, mi mejor amiga, Pepita Cayuela. Este relato carecería de interés alguno, excepto porque Pepita lleva más de cinco años muerta.

Así, en huesos y sin nada de carne, si no llega a ser por la mortaja, vestido de flores y pamela de ala ancha, confieso que no la hubiera reconocido nunca, puesto que los esqueletos se me antojan todos iguales.

Pidió al camarero un café solo y un tiramisú y, mientras los engullía, o más bien los deslizaba por la parte ósea de su figura, me contó el motivo de su visita. Al parecer, su viudo, en contra de lo prometido en el lecho de muerte, se había vuelto a casar y regresaba para vengarse. ¡Me quedé ojiplática!

—¡Paco! —grité al volver a casa— ¡Prepara la maleta, que tu ex ha vuelto!

tiramisu

Encuentros Terrestres

escrito por María del Mar Saldaña

Tengo que reconocer que anoche bebí más de la cuenta. Estuvimos en el cortijo de Román festejando el ascenso a primera división de nuestro equipo, por lo que se nos empinó bastante el codo. Algunos decidieron quedarse allí a dormir, pero yo, hombre de costumbres, no pego ojo si no es en mi cama. Para evitar los controles de alcoholemia, decidí regresar al pueblo por la carretera secundaria, poco transitada desde que construyeron la autovía. El caso es que, en el desvío, unas luminarias cegadoras me hicieron detener el coche. Aturdido, bajé del automóvil, encontrándome de súbito con dos hombrecillos verdes. Del susto, me dio un leve vahído, del cual tardé en recuperarme unos segundos. En contra de mi voluntad, me introdujeron en aquel vehículo de luces deslumbrantes. Perdí el conocimiento. No sé qué hicieron conmigo después. ¡Qué cabrones estos alienígenas! Esta mañana amanecía en el calabozo de la benemérita.

ufo

La Cita

escrito por María del Mar Saldaña

Se sentó en el banco más alejado de la zona de juegos, bajo la sombra de un pino alto y esbelto. Abrió el periódico y, como cada domingo, se dedicó a leer las noticias. Primero las políticas y económicas, luego las locales, terminando por los escabrosos sucesos. Miró el reloj. Aún quedaba una hora para su regreso a casa. Se consideraba esclavo de la rutina, por lo que apuró el rotativo leyendo las secciones a las que nunca prestaba atención, como las necrológicas, el tiempo o los anuncios por palabras. Fue en esta última cuando un texto llamó su atención: «Señora entrada en carnes busca carnicero profesional». Por su cabeza pasó la imagen de un hombre, cuchillo de trinchar en mano, fileteando la grasa de aquella rolliza mujer. Ante tal truculento pensamiento, llamó inquieto al número indicado. Asombrosamente su intuición no le había fallado. Así que quedaron esa misma tarde.

la cita

Karma

escrito por María del Mar Saldaña

Los días grises me deprimen. Es por eso que hoy he decidido suicidarme. Y es que mi vida, lejos de ser idílica, es una odisea digna de una tragedia griega. Desde que me casé con Julián, he ido poco a poco perdiéndolo todo: el trabajo —mi fuente de ingresos—, mis amigos —mi punto de apoyo—, y mi autoestima —mi identidad—. ¡Y todo por mi suegra! ¡Qué intenta a todas horas boicotear mi matrimonio con su hijo! ¡Qué quiere hacerme la vida imposible para que me separe de él! Pero eso se ha acabado. Ya no aguanto más. Me voy a preparar un café, voy a echarle unos cuantos somníferos y para arriba, o para abajo, según vea el Santísimo.

Justo cuando voy a beber el remedio a mis males, tocan al timbre. Es mi suegra. ¡Ni quitarme la vida me deja!

¡Mierda! ¿¡Se está bebiendo mi café!?

karma

Trastos

escrito por María del Mar Saldaña

Nos da mucha pena marcharnos del barrio, un residencial familiar y tranquilo, de casitas blancas y tejados rojos triangulares, con jardín delantero, dentro de un paraje natural y a pocos kilómetros del río Miño. Pero desde que Carlitos, el mejor amigo de nuestro hijo, desapareció, hace ya más de tres meses, pensamos que este sitio es peligroso, por lo que hemos decidido trasladarnos a un piso en la gran ciudad.

La mudanza es un caos. La casa está desordenada, con bártulos por aquí y por allá, llena de cajas que los transportistas van introduciendo en el camión una vez quedan selladas con la cinta adhesiva. Al desocupar el armario de los juguetes, atiborrado del suelo al techo, me he encontrado, entre «La Granja de Playmobil» y las piezas de «Lego», a Carlitos.

—¡Mamá! ¿Podemos llevárnoslo? —me ha suplicado Nacho, ilusionado.

—¡Claro que sí, cariño! —le he contestado mientras lo embalaba.

trastos

Revolución Tecnológica

escrito por María del Mar Saldaña

Fue de madrugada cuando despertó alterada por unos extraños ruidos. «Pepe, ¿estás escuchando eso?» Preguntó preocupada a Marido. Pero Pepe no respondió. Se incorporó en la cama con sumo cuidado, para no hacer ruido y, a la vez que se calzaba las zapatillas, se colocaba la bata de casa. A hurtadillas salió de la habitación recorriendo el pasillo con sigilo y algo de inquietud, mientras observaba atónita como diferentes luces y golpes se dejaban ver y oír a través del cristal de la puerta de la cocina. Una vez llegó allí, giró el pomo con cuidado y abrió de sopetón. Lo que encontró dentro la dejó estupefacta. De la batidora salía café recién hecho. El microondas reproducía discos de vinilo. El frigorífico lavaba los platos. La radio tostaba el pan. «¡¿Pepe?!» Gritó molesta y decepcionada al verlo plantado frente a ella. El robot Marido 3000 se había convertido en humano.

robot

Parientes

escrito por María del Mar Saldaña

Desde que mi madre me confesara, en su lecho de muerte, que mi progenitor está enterrado en el cementerio de «La Almudena», voy allí todas las tardes a inspeccionar los nichos en busca de algún dato que me ayude a descubrir su identidad. Al parecer, resulté fruto del pecado extramarital, hecho que la llevó a mantener en secreto el nombre del individuo. El caso, es que el otro día, cansado de buscar, con el desánimo en las entrañas, leí en una de las lápidas un epitafio perturbador «Yo soy tu padre». Como no ponía nada más, ni nombre, ni fechas, ni foto, he dado por buena la afirmación y, desde entonces, un día a la semana, le llevo flores y converso distendidamente con él.

Hoy me he encontrado frente a su tumba con otro hombre. «Papá…» Le he escuchado decir. Y se me han saltado las lágrimas. ¡Tengo un hermano!

parientes

Cebar al Cebo

escrito por María del Mar Saldaña

Llevamos días a la deriva y aún no hemos avistado tierra. Tampoco un barco o un helicóptero buscándonos como supervivientes del naufragio. La tormenta hizo que el mar se tragara el buque y solo unos pocos afortunados pudimos asegurar nuestra existencia gracias al bote salvavidas. Los alimentos que pudimos rescatar del agua andan escasos y algunas personas están empezado a desesperarse, sobre todo cuando ven al señor de Irlanda engullir a manos llenas. «Este gordo ocupa mucho espacio en la barcaza», se queja la tripulación, «como siga zampando de esa manera, en dos días no tendremos que echarnos a la boca». Entiendo el malestar, el tipo es grosero y maleducado, pero nadie se atreve a empujarlo por la borda, ni si quiera yo, que me han nombrado capitán. Como líder de la embarcación intento disuadirlos, evitar conflictos, a fin de cuentas… algo habrá que comer si se acaban las provisiones.

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