Microrrelatos

Temporada 2022-2023

Okupas

escrito por María del Mar Saldaña

Desde hace varios días, unos desconocidos se han instalado en mi vivienda. Aunque ya había oído hablar de esas personas que entran en casas ajenas y las hacen suyas, nunca pensé que algo así podría ocurrirme a mí, a mi edad, que llevo siglos aquí, en este edificio, que me conozco a todos los vecinos, a todos los tenderos del barrio, hasta a los conserjes. ¡En fin! Que ahora tengo que aguantar al padre, que no cierra la tapa del retrete; los cánticos desafinados de la señora; las burlas del adolescente; y los berrinches de la pequeña, que cada vez que me ve rompe a llorar desesperadamente. No sé cómo echarlos. Ya he jugado con las luces, movido las cortinas, cambiado los muebles de sitio, encendido los electrodomésticos desenchufados y hasta me he manifestado. No tengo otra cosa mejor que hacer. ¡Mierda! Voy a tener que ir hacia la luz.

Obstrucción

escrito por María del Mar Saldaña

Llamó al fontanero de inmediato. Cuando la policía llegó al domicilio, juró y perjuró que así había sido. Dejó a los niños en la bañera unos minutos, mientras aprovechaba el tiempo para poner las patatas en la olla, fregar los platos y tender una lavadora. Desde que su mujer se había incorporado al mercado laboral, la casa carecía de orden y tranquilidad. Tenían que organizarse como podían con las tareas del hogar, los niños, el trabajo… El caso es que no sabía muy bien cómo había sucedido todo, o eso era lo que se afanaba en repetir, «no entiendo cómo se quedan atascados». La cara del agente era un poema, incapaz de disimular su hastío, aquella era la tercera vez que acudía al domicilio en menos de una semana.

—Se han ido por el desagüe —confirmó el entendido en tuberías.

Y al padre le brotó una leve e imperceptible sonrisa.

Estética Estática

escrito por María del Mar Saldaña

Como en cualquier negocio, no siempre se atiende al mismo número de clientes. A veces son pocos, y otras no paro en todo el día. Que si el maquillaje por aquí, que si la sombra de ojos por allá…¡Un lío, vamos!

Aunque mi tarea parezca fría y superficial, es muy elaborada y comprometida, tengo que entregarme al máximo y dar lo mejor de mí para obtener buenos resultados. No a todas las personas les queda bien un brillo de labios rosa. ¡Y qué decir del delineador! Hay tantas formas de párpados como trazos de rallas.

Pero si he de destacar algo de este oficio es la docilidad de los usuarios, tan estáticos, tan calladitos, tan pacientes… Ya me encargo yo de que todos se vayan con una gran sonrisa dibujada en su rostro. ¡Ni uno se ha quejado nunca! Es lo que tiene trabajar con cadáveres, son tan agradecidos.

Estética Estática

Sinsabores

escrito por María del Mar Saldaña

Era la hora de la cena cuando abrió la puerta del refrigerador para coger unos guisantes. No lo hubiera percibido de no ser por el estornudo. Extrañado, entornó sus ojos y fijó la vista hacia la placa de nieve que cubría el fondo del congelador. Al principio creyó que era un bicho, pero poco a poco fue descubriendo la figura diminuta de un alpinista, afanado por subir aquel bloque de hielo insulso y malformado. El hombre levantó la mano y lo saludó como si lo conociera desde hacía tiempo, hecho que lo dejó estupefacto. Cerró la nevera y pensó unos segundos en aquella estampa. Volvió a mirar en el interior del electrodoméstico y, para su desconcierto, allí dentro no había nadie. Extrajo los guisantes y se dispuso a cocinarlos. Mientras disfrutaba de las verduras algo crujiente y alargado se le quedó entre los dientes. Tragó. ¡Con lo majo que parecía!

Sinsabores

Ayuda Humanitaria

escrito por María del Mar Saldaña

Aquella mañana, cuando se acercó al quiosco a comprar la prensa, se percató de una nueva colección por fascículos. Intuyó la novedad por los colores del envoltorio, ya que estaba harto de ver todos los días los mismos productos. De reojo y algo disimulado examinó el título del coleccionable «Niños a medida.» Se fue a casa pensando en aquel extraño artículo. Impensable para una sociedad civilizada. Habría leído mal. Una vez en casa, mientras exploraba las páginas del rotativo, se topó con una noticia que le llamó la atención, descubriendo que la natalidad del país estaba decreciendo aceleradamente, por lo que dentro de poco habría más ancianos que jóvenes, desequilibrando los intereses geográficos y políticos. No pudo evitar pensar en su pensión. ¿Quién se encargaría de solventarla? Al día siguiente, compró la primera entrega: El cráneo. Esperando que, para cuando cumpliera los setenta, el chico ya tuviera edad de trabajar.

Ayuda Humanitaria

Manifestación

escrito por María del Mar Saldaña

La fantasía es peligrosa. Que me lo digan a mí, que llevo años escribiendo y he pasado por diversos conflictos ficticios y a la misma vez auténticos, pues, cuando uno está pulsando las teclas del ordenador, es incapaz de resistirse a entrar en ese agujero de gusano —la imaginación— que te lleva al instante preciso de la narración. Hoy he empezado a escribir una obra nueva, policiaca. Me he metido tanto en ella que, sin saber cómo, he entrado en una disyunción del espacio tiempo, quedando atrapado en un universo indefinido. Es complicado disimularlo, ya que los personajes andan pululando por la casa a sus anchas. Mi mujer ya me ha advertido que si la cosa sigue así, solicita el divorcio, es un incordio convivir con esta tensión criminal. ¡Y yo inmerso en pleno bloqueo creativo! Lo peor es que ya lo está consultando con el protagonista, que es abogado.

Manifestación

Habladurías

escrito por María del Mar Saldaña

Al despertar notó que algo le faltaba. Quizás él, que ya se había marchado. Apenas le importó. La noche había resultado estupenda.

Nunca imaginó el devenir de la cena, de etiqueta y trabajo, algo formal y profesional. Aún se preguntaba cómo se había dejado llevar por esos instintos animales hacia la habitación del hotel con el camarero guapo y desconocido, al cual cambiaría por un filólogo respetable al relatar la historia ante sus amigas. Era un poco torpe al pronunciar la ‘r’. Supliendo este defecto con otras artes amatorias. «No hables. Bésame.» Decía incómoda ante su falta de oratoria. No fue hasta más tarde, cuando se encontró para comer con unas amigas, que se dio cuenta. La lengua se le trababa. No podía articular las palabras correctamente. «¿Les traigo la carta?» Preguntó de súbito el amante, atendiendo la mesa, con espléndida pronunciación. «¡Qué cab-ón!» Pensó. Le había traspasado el rotacismo.

Egocentrismo

escrito por María del Mar Saldaña

No me gusta la perfección. Me parece un concepto abstracto y mentiroso. Nada ni nadie puede alcanzar ese grado de maestría y adonismo, aunque la mayoría de la sociedad crea que sí e intente por todos los medios lograr un estado de precisión. Algunos llegan incluso a ser tan osados, que se sienten agraciados y bendecidos por este don. Según mi parecer, se asemeja a la metáfora del burro y la zanahoria, donde al animal se le planta delante del hocico el vegetal para que crea que algún día la comerá y vaya tras ella, esperanzado, aunque todos sabemos que nunca lo conseguirá. Estos eufemismos me aburren soberanamente. Por lo que me suelo rodear de personas defectuosas, extrañas y caóticas que consiguen aportarme la paz y el equilibrio que necesito. Con ellas me siento bien. Espléndido. Enaltecido. Como un tuerto en el país de los ciegos. La excelencia hecha persona.

egocentrismo

La Presa

escrito por María del Mar Saldaña

Creyó que la flecha nunca le alcanzaría. Pues siempre había conseguido librarse de aquel estúpido juego. Desde la adolescencia correteaban de forma incansable recreándose como el gato y el ratón. En el instituto, en las reuniones con los amigos, en el trabajo… Arco en mano lo perseguía por todas partes, escondiéndose en los rincones más inusuales para no ser descubierto y poder, al fin, abatirlo y ganar la batalla, aunque sin saber cómo, continuamente lograba zafarse de la cacería. Hasta que un día, sin esperarlo, apareció de súbito frente a él. Estaba acorralado. No tenía escapatoria. Pensó rápidamente en varias estrategias de evasión. Pero fueron inútiles. Demasiado tarde. ¿Cómo se había descuidado tanto? El enano tensó la cuerda, posicionó la flecha, guiñó uno de sus ojos, apuntó firmemente y tiró directo al corazón con una puntería extraordinaria. ¡Qué iluso! ¿De verdad pensaba que podría escapar de él? Cupido nunca falla.

la presa

Señales

escrito por María del Mar Saldaña

No es extraño que, cuando alguien se encuentra muy agobiado por una situación particular, pida una indicación al universo. No sé. Uno se aferra a un poder superior con la esperanza de que será contestado de alguna manera. A partir de ese momento, todo aquello que pasa por su vida se convierte en la manifestación de su respuesta, llegando el hecho a ser confuso, pues en ocasiones se pueden recibir mensajes contradictorios. Aunque lo peor de estos avisos del más allá, son los que llegan sin que los hayas pedido. No puedes evitar preguntarte qué quieren decirte y entras en un bucle obsesivo. Ya no sabes si lo que pasa es casual o causal. Un lío, vaya. Así que he decidido dejar de seguir las indirectas directas del destino y revelarme contra la certidumbre. ¿O es la incertidumbre? Por favor, que alguien me envíe una señal y me lo aclare.

Señales

Deserción

escrito por María del Mar Saldaña

Hace algún tiempo tomé la decisión de no tener hijos. Esta elección me causó algunos quebraderos de cabeza, como aguantar charlas incansables de mis familiares o amigas intentando hacerme entrar en razón porque no comprendían cómo no quería dejar descendencia en el mundo; o el abandono de Juan, el que hasta entonces había sido mi pareja desde la adolescencia. Pero a mí me va más otro estilo de vida. Me gustar viajar, no tener horarios o rutinas establecidas, escuchar el silencio de mi hogar… El caso es que el otro día, Laura, una de mis mejores amigas, me llamó desesperada. La pobre, madre soltera y primeriza desde hace pocos meses, tenía que asistir a una reunión urgente de trabajo y no conseguía quién le cuidara al bebé. Me pidió el favor y dejó a la pequeña en casa, asegurándome que volvería en unas horas, aunque ya han pasado varias semanas.

Deserción

Reproducción

escrito por María del Mar Saldaña

Tengo un problema de identidad. Y no uno de esos causados por las crisis existenciales de los cuarenta, no, es uno serio, administrativo y gubernamental. Resulta que, el otro día, quise inscribirme en una web para encontrar pareja y, al intentar identificarme, descubrí que alguien tenía una cuenta con mi nombre y mis apellidos, fotografía original incluida. De súbito, me acerqué a la comisaría de policía más cercana a presentar una denuncia. Según el agente que me atendió, al parecer, el farsante, había reflejado en el perfil una serie de características que, aunque yo carezco de todas ellas, me hacen resultar muy interesante y atractivo. ¡Vamos! Que hago deporte a diario, como sano, aparento tener menos edad, y hasta tengo un coche de alta gama. Tras el descubrimiento de este nuevo yo, decliné tomar acciones legales. Ahora voy al gimnasio, soy vegetariano y tengo coche nuevo. Estoy decidido a suplantarme.

Reproducción

El Forastero

escrito por María del Mar Saldaña

Nadie, en varios kilómetros a la redonda, sabría decir su nombre. Todos lo conocen por el médico, otros lo llaman doctor. Soltero, de buen parecer, llegado de Villacastín, con setenta recién cumplidos. Es habitual que, en un pueblo tan pequeño como San Patricio, la gente intime más de la cuenta y se sepan las vidas los unos de los otros pero, el erudito, tan reservado, nunca ha dado muestras de confianza más allá de las que tiene pasando consulta, por lo que se ha ganado el apodo de «el extranjero». Hoy mismo, en la puerta del santuario, el párroco ha oficiado una misa por la muerte de Don Gregorio Martín, velado en la noche de ayer, estando de cuerpo presente y más solo que la una. Esta mañana dos eran las comidillas entre los lugareños: ¿quién era el tal Gregorio Martín? y ¿por qué el médico no abre la consulta?

El Forastero

Patrañas

escrito por María del Mar Saldaña

La infancia, lejos de ser una etapa ilusionante, es puramente engañosa. Los adultos se aprovechan de la ingenuidad de los infantes para meterles en la cabeza todo tipo de falsedades, como la existencia de Papá Noel, los Reyes Magos, los gnomos, las hadas, o que los niños vienen de París en los picos de las cigüeñas, e incontables falacias más. Nunca he entendido el porqué de esta práctica social y familiar. ¿Nadie ha pensado en cuántos traumas inconscientes implantan al adulto cuando en su niñez descubre tantas mentiras? Gracias a estas invenciones, y a partir del día en que mi madre aseguró que podía verme en todo momento a través de un agujerito, he vivido aterrorizado toda mi vida. Desde que murió, no paro de darle vueltas al asunto, cada vez que me acuesto en la cama y miro al pequeño orificio que hay en el techo, la encuentro observándome.

Patrañas

Bichos

escrito por María del Mar Saldaña

La otra noche, la vecina del sexto, aporreó mi puerta pasadas las doce, hecho que me hizo salir de la cama sobresaltada. Medio dormida, abrí con estupor, pensando que algo muy grave estaba sucediendo para tanta insistencia a esas horas de la madrugada, encontrándome, de súbito, a la mujer desesperada junto a su hijo de cinco años, el cual berreaba sin parar, con un llanto triste y desconsolado. Me asusté ante tal situación, pues el crío no paraba de decir que Pepón había desaparecido. Mi primer impulso fue llamar a la policía, hasta que descubrí que el ausente era un hámster ruso. Tras prometerles que estaría atenta por si lo veía, volví a la tranquilidad de mi hogar. Estupefacta por lo acontecido, y con la imagen del roedor en la cabeza, me acerqué a Margarita, «¡menuda hemos liado!», le dije mientras la observaba enroscarse en la rama de su terrario.

bichos

Historias Inconclusas

escrito por María del Mar Saldaña

Me gusta sentarme en las terrazas de las cafeterías. No puedo evitar ver pasar a las personas e inventarme sus vidas. También me embriaga escuchar las conversaciones de los consumidores e imaginarme, según el contenido, truculentas ficciones más allá de los discursos convencionales de la gente normal. Me siento omnipotente. Es un defecto profesional que viene con el oficio de escritor. Son en estos momentos donde escribo mis mejores relatos, donde todo cobra sentido y realidad. Esta tarde, para mi sorpresa, apenas he encontrado viandantes. Ni clientes. Únicamente un chico, ensimismado en sus pensamientos, tomando un café. En la otra punta, una joven, también absorta en algo que le sacaba una leve sonrisa, esperando ser atendida por el camarero. Y yo en medio. Inspirado y muerto de pena. Observando a dos enamorados que nunca vivirán su historia de amor pues, para mi desgracia, me he olvidado la libreta en casa.

Historias Inconclusas

Caridad

escrito por María del Mar Saldaña

Había aguantado a su suegra durante cinco años en su casa, poniéndole buena cara, cumpliéndole todos los caprichos, escuchando sus historias interminables, esperando que, algún día, como bien le recordaba su esposa, moriría, y les dejaría todo a ellos, la única familia que la había cuidado, no como su hermana, que se desentendía por completo. Para no parecer interesados y faltos de liquidez, la tenían a cuerpo de reina, no le pedían ni un céntimo para cubrir siquiera los gastos primarios y se regocijaban de lo bien que les iba el negocio y las inversiones que tenían, aunque la realidad era muy distinta, ya que llevaban meses soportando pérdidas.

Cuando el notario abrió el testamento se confirmaron sus sospechas, la hija mayor había sido desheredada. Llegó su turno y, tras un letargo de adulaciones, llegó la resolución… «Queridos, como os va tan bien, voy a donarlo todo a la beneficencia.»

Caridad

Cambios de Rol

escrito por María del Mar Saldaña

Se sorprendió de nuevo esperando en el sofá, mirando con detenimiento como las agujas del reloj recorrían su camino, circular y monótono, hora tras hora. A veces creía escuchar el tintineo de unas llaves en el pasillo de la escalera, falsas alarmas que lo desesperaban aún más. Intentaba comprender aquella actitud, ser empático, pero por mucho que lo intentaba, no lo conseguía. ¿Dónde tendría la cabeza? ¡Con lo responsable que había sido siempre! ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué no confiaba en él y le contaba sus problemas?

—¿Se puede saber qué horas son estas de llegar? —le increpó preocupado.

—No volverá a pasar.

La ayudó a llegar a la habitación, a desvestirse y la arropó en la cama. Mientras la observaba se preguntaba, otra vez, si estaba haciendo las cosas bien con ella.

Al fin y al cabo, ningún hijo viene con un manual de padres bajo el brazo.

Cambios de Rol

Quedarse Helado

escrito por María del Mar Saldaña

Llevo más de nueves meses en paro, por lo que, cuando me llamaron de aquella agencia tan peculiar y me propusieron el trabajo, no dudé en aceptar, a pesar de no corresponderse con mi rama profesional y la extravagancia de la labor a desempeñar. ¡Estaba desesperada! Aunque parecía algo sencillo, enfundarse un traje de felpa de Mickey Mouse e interactuar y fotografiarse con el público infantil en la puerta del sol, fue toda una odisea. La indumentaria pesa al menos diez kilos, es una sauna y además tienes que aguantar las patadas de los niños. ¡Es inhumano! Tras la experiencia, he constituido un sindicato para salvaguardar las condiciones y los derechos laborales de los personajes de felpa. Todo iba bien, hasta que he comenzado a recibir amenazas de un tal W.D. y me he puesto nerviosa. ¿Será Walt Disney? ¿A ver si va a ser verdad eso de la criogenización?

Quedarse Helado

Estimulantes

escrito por María del Mar Saldaña

Conocí a un hombre que se había implantado un grifo en la frente. La primera vez que lo vi, pensé que era falso, postizo, por lo que no le di más importancia. Hasta que lo observé colocando una taza a la altura de los ojos que llenaba de un líquido caliente y oscuro cada vez que giraba la manija. No pude reprimir la curiosidad, así que le pregunté.

—Soy adicto al café —me confesó—, en el último reconocimiento di positivo en cafeína en sangre, en una cantidad considerable —puntualizó—, estuve a punto de quedarme sin empleo y sin vida. Gracias al artilugio reutilizo el café y tengo menos riesgos cardiovasculares.

Desde entonces voy a diario al médico, a ver si me injerta un grifo de ginebra en vez de prohibirme el gin tonic de la sobremesa. Pero no hay manera. De momento solo está dispuesto a un implante de cerebro.

Estimulantes

Alter Ego

escrito por María del Mar Saldaña

Todos los escritores tenemos dos yoes. El real, ese al que le cuesta cumplir con la rutina, que se obliga a sentarse frente al escritorio para escribir y se desespera ante las correcciones y la lentitud de su novela. ¡Por no hablar de la locura de las presentaciones! Y el ficticio, el que todos creen que eres y que uno se encarga de fomentar gracias a esa figura romántica que se encuentra en la memoria colectiva: noches tecleando la máquina de escribir bajo el humo de un cigarrillo y junto a un vaso de whisky, fluidez en las historias, un cociente intelectual superior a la media y glamour en los eventos literarios.

Ayer me llamó mi editor, las ventas de mis libros han bajado, dice que por la imagen novelesca que transmito, que tengo que ser más yo. ¡Qué dilema! Ahora me tengo que cargar a uno de los dos.

Alter Ego

Homicidio Involuntario

escrito por María del Mar Saldaña

Hace algunos meses, todas las tardes, justo a las 15:00h en punto, me llama al teléfono fijo una señora mayor, algo tocada del oído, preguntando por Virtudes. Desde que cojo el auricular hasta que entiende que se ha equivocado, pasan unos treinta minutos, tiempo que pierdo de ver las noticias, programa que sigo a rajatabla y a diario y que, por culpa de la anciana, no contemplo tranquila. He intentado no contestar, fingir que estoy ausente, pero el sonido apremiante y continuado es mucho peor que atenderla. Hace unos días decidí hacerme pasar por Virtudes. Descolgué y, tras el saludo inicial, comencé a narrarle el telediario. Ella me imploró que parara, que era muy aprensiva, que prefería no saber de las penurias del mundo, puesto que le afectaban en exceso y le subía desorbitadamente la tensión. A los cinco minutos dejó de hablar. Tras aquello, no ha vuelto a telefonear.

Homicidio Involuntario

Tropezones

escrito por María del Mar Saldaña

El pasado sábado por la noche, mi consorte y yo fuimos a cenar al “Insecto de Oro”, bueno, en realidad no se llama así, pero sus comensales decidieron cambiarle el nombre por motivos de insalubridad. Quise llevar a mi esposa, que es un bicho, a este tugurio, porque siempre se queja de mis guisos, y pensé que, si degustaba algo peor, dejaría de criticarme.

El caso es que, lejos de encontrarnos un antro sucio y apestoso, como había leído en internet, el sitio estaba impecable, con los manteles blanquísimos, la vajilla reluciente, el servicio exquisito y un menú que se presumía delicioso.

—Cariño, ¡qué lujo! —me dijo encantada.

No entendía nada.

Hasta que nos sirvieron la vichyssoise, y vi flotando un grueso gusano verdoso sobre el caldo frío. ¡Al fin mi plan funcionaba!

—¡Camarero! —gritó mi mujer malhumorada—. ¿Por qué hay solo una triste oruga en mi sopa? ¡Écheme más!

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