Desconocido
escrito por María del Mar Saldaña
La otra noche, mientras me encontraba en el duermevela, me sucedió una cosa extrañísima. Sería sobre la una de la madrugada, cuando el teléfono sonó. Con parsimonia y medio dormido, alargué el brazo hacia la mesita de noche y, sin mucho afán, descolgué. «¿Diga?» «¿Diga?» Repetimos al unísono. «¿Quién es?» «¿Quién es?» Volvimos a corear. E iniciamos una conversación de besugos. «¿Qué broma es esta?» «¿Qué broma es esta?» Y así estuvimos un buen rato hasta que me di cuenta de que, quien hablaba al otro lado del aparato, era yo. ¡Con razón nos reproducíamos sin cesar! El caso es que, mientras pensaba en qué decirme para averiguar por qué me estaba llamando a esas horas tan intempestivas, me colgué a mí mismo. ¡Grosero! ¡Maleducado! Digo… ¡qué grosero y maleducado soy! Y, en ese instante, tomé conciencia que, estando toda la vida conmigo, apenas había hecho el esfuerzo por conocerme.