Trastos Viejos
escrito por María del Mar Saldaña
El sábado pasado, mi hermano y yo fuimos a la casa familiar, donde pasamos nuestra infancia, a buscar los documentos de unas propiedades que heredamos de nuestros abuelos. Nos han hecho una oferta bastante interesante por los terrenos y, evidentemente, vamos a aprovechar la oportunidad. El caso es que, mientras rebuscábamos en el desván, entre los trastos antiguos, nos encontramos con mi padre, cubierto por el polvo de los años, sentado en su butaca, con semblante tristón, en medio de una nevera de los cincuenta y una vespa a la que le faltaba el sillín.
—Papá tuvo que hacer horas extras para comprarme esa moto —recordé.
Apenas nos miró, eso es que no se acuerda de nosotros y que empieza a tener principio de demencia senil.
—¿Crees que deberíamos ingresarlo en una residencia? —propuse.
—¿Y vender la casa? —contestó mi hermano—. ¡Vale! Con la pensión que cobra, puede mantenerse solito.
