Microrrelatos

Temporada 2024-2025

Despedida

escrito por María del Mar Saldaña

Tú no lo sabes, pero YO te he traído hacia aquí con un susurro efímero, lejano… Tú no lo sabes, pero está sentada en tu rincón, en tu silla, investigando sobre tu trozo de la mesa, ese que ocupas con tus estudios inacabados. Tú no lo sabes, pero al pasar la última estantería, levantarás la mirada desde tu letargo e intuirás en ella mi sonrisa, aunque no la veas, porque aún no entenderás qué fuerza te empuja a su lado. Tú no lo sabes, pero te descubrirá con un frugal pellizco en el estómago, y lo sabrá. Aunque tú, en ese instante, tampoco lo sepas, molestándote su presencia invadiendo tu espacio, queriendo imponerte conquistando el otro lado del escritorio con grandes volúmenes. Entonces su perfume, que era el mío, te abrazará. Me recordarás en su olor. Y por fin podré irme. Descansar en paz. Aunque tú nunca no lo sepas.

Tradición Familiar

escrito por María del Mar Saldaña

No sé cuándo me di cuenta de la presencia de aquel extraño parado frente a mi casa, no podía verlo muy bien porque era de noche y las hojas del árbol lo ocultaban parcialmente. Permanecía inmóvil, pensativo.

Invadido por la curiosidad, abrí la ventana y le pregunté qué hacía. Entonces me contó que en mi casa había sucedido un crimen atroz: un buen hombre, padre de familia, había asesinado a su mujer y sus dos hijas a sangre fría y las había enterrado en el jardín. Al parecer, solo dejó vivo a su primogénito.

He de reconocer que el relato me sobrecogió, en aquel momento tenía ocho años. «Esto no está bien, papá.» Le dije mientras le veía enterrar a mamá.

Pasé mi adolescencia y mi madurez ocultando lo sucedido, sin comprender si había sido un impulso oportuno o depravado.

Pero ahora que tengo a mi familia, lo entiendo todo.

Guerras Internas

escrito por María del Mar Saldaña

Mi cerebro me secuestra a menudo. Normalmente a través de la amígdala. Y no es que yo quiera que lo haga, es que lo hace y punto. Como buena mente inteligente que es, espera al momento oportuno para la apropiación de los pensamientos y el derivado caos emocional, descontrolando por completo mi equilibrio existencial y dando paso, tras el huracán desorbitado de sentimientos, a la culpa y la inseguridad. El problema, es que a veces el rapto dura semanas, y cuanto más intento negociar mi rescate, más deficiente resulta, pues aparecen los reproches, las duras exigencias y las descalificaciones por doquier. Así que termino por desistir, es decir, por rendirme, completamente exhausta, con falta de autonomía y amor propio. Pasan días hasta que logro recomponerme y sentir que soy libre. Entonces todo vuelve a empezar, es ahí cuando la intuyo preparándose para la siguiente batalla, siendo yo, mi peor enemiga.

Presión Social

escrito por María del Mar Saldaña

Toda mi vida haciendo deporte, cuidando la alimentación, cultivando mi cerebro con el estudio y mi espiritualidad con la meditación, para acabar visitando al médico de cabecera un día a la semana. Y todo por la coacción a la que me veo sometido ahora que dispongo de más tiempo libre tras la jubilación. Resulta que mis compañeros de pádel están para el arrastre, cuando no les duele la espalda son las rodillas. Por no hablar de los miembros del club de lectura, que si a uno se le olvida la trama, que el otro no se acuerda qué libro estamos leyendo. Para no desentonar, he comenzado a ponerme enfermo, a decir que padezco de lumbago y tengo presbicia, pero nadie me cree, así que visito al doctor con frecuencia para que me proporcione una coartada. A veces, me receta ibuprofeno, pero aún no he conseguido que me diagnostique nada serio.

Caprichos

escrito por María del Mar Saldaña

Aún me pregunto cómo pudo pasar. ¿Cuándo me dejé llevar por el entusiasmo y perdí por completo la coherencia y la sensatez? Pero aquel vendedor, tan elegante, tan seguro de sí mismo, presentó el producto como si se tratase de la felicidad personificada. Al principio dudaba un poco, pero fue cuando su honestidad hizo acto de presencia y habló del precio, advirtiéndonos que costaba un ojo de la cara, cuando nos ganó por completo. ¿Quién iba a decirle que no? El caso, es que todo se originó de forma rápida y desafiante, como si la decisión dependiera de un instante y el pensarlo demasiado fuera a dar al traste con aquella maravillosa y única oportunidad. Así que, sin pensarlo, mi esposo y yo lo compramos. Ahora lo disfrutamos con tremenda ilusión, sin remordimientos ni culpabilidades, como dijo el comerciante, sin acordamos que algún día tuvimos dos ojos en la cara.

Rendimientos

escrito por María del Mar Saldaña

Ramírez, es el colmo. ¡Nunca imaginé esto de usted! ¿No le da vergüenza? ¿En qué empresa se cree que está? Debí suponerlo cuando leí su currículum, estaba todo tan bien estructurado, las referencias eran tan buenas y accesibles, los estudios tan adecuados y sobresalientes. ¿Cómo no lo vi venir? En fin.

Yo de mis trabajadores siempre he esperado lo normal, no sé, llegar tarde y hacerse el remolón, alargar el tiempo del desayuno culpando al camarero, disimular trabajar mientras se estudia para las oposiciones en las épocas de poca faena o sisar de vez en cuando algún material de papelería para las manualidades del niño en el colegio. ¡Incluso ponerme a parir con los demás compañeros cuando no estoy delante! Pero lo suyo es inaudito. ¿Cómo se atreve a llegar quince minutos antes, no salir a desayunar, producir de forma activa o no tomarse vacaciones? ¡Es un buen trabajador! ¡Despedido!

Adulterios

escrito por María del Mar Saldaña

A mi esposo le diagnosticaron un trastorno de disociación tras cuarenta años de matrimonio provocada por la jubilación. De súbito, me encontré casada con mi marido y con Antoine, un chef parisino que emergía de él todos los lunes. Al principio me resultó algo violento compartir casa y cama con un extraño, su otra personalidad era completamente distinta, pero cocinaba muy bien, así que terminé adaptándome. Al poco tiempo apareció Peter, un escritor inglés, que se adjudicó los miércoles y las conversaciones trascendentales. Luego llegaron Giovani, un diseñador italiano y Johann, montañista alemán, repartiéndose los martes y los jueves. Los demás días, mi cónyuge hacía acto de presencia. Todo parecía marchar bien, hasta ayer, cuando encontré en el despacho unas cartas desconcertantes. «Hay que matar al ruiseñor.» Escribió el británico. «Yo cortaré la carne.» Contestó el francés. Ahora no paro de pensar si habrán descubierto que estoy liada con todos.

Relaciones Inmiscibles

escrito por María del Mar Saldaña

Siempre he sabido que el agua y el aceite se repelen. No obstante, incrédulo de mí, me casé con una brillante física siendo yo un químico reputado. ¿Cómo pudo pasar?

Aún me pregunto quién sería el portento que dijo que los polos opuestos se atraen, porque además de ser una infamia, estableció en la conciencia colectiva la creencia de que dos personas diferentes pueden llegar a tener una relación óptima y saludable. Una teoría que, en mi caso, resultó en divorcio.

Mi ex mujer me corroboró eso de que dos cuerpos iguales se atraen, la tarde que la descubrí en casa con su profesor de gimnasia haciendo ejercicios pélvicos. ¡Indudablemente, tenían una fuerza magnética superior! Por no hablar del movimiento de las cargas, era impresionante.   

Yo, sin embargo, prefiero las relaciones con química, esas donde dos personas iguales se mezclan, fundiéndose entre sí, llegando a convertirse en un solo elemento.

Pájara

escrito por María del Mar Saldaña

Un pajarraco se estrelló contra la ventana del dormitorio, cayendo al patio interior. Mi esposo y yo, que en ese momento nos encontrábamos durmiendo, nos miramos sobresaltados por el estruendo.

—Vamos a ver qué ha pasado —le susurré.

—Mejor ve tú —dijo arropándose—, que estoy muy cansado.

Con sigilo descendí las escaleras y abrí la puerta con algunas reservas, encontrándome, de súbito, a una cigüeña enorme con un pañuelo enlazado en el pico. De inmediato la auxilié, estaba tan sumamente agotada, que tuve que desatarle el pesado porte con el que cargaba, del que emergió, una vez abierto, un increíble y musculoso Adonis.

—La tasa de natalidad está por los suelos —se justificó.

Tras aquello mi marido me ha dejado. Dice que estoy influenciada por el capitalismo y el trabajo opresor. Y todo porque mientras el ave duerme cada noche en el jardín, yo me ocupo de cuidar sus envíos.

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