Cuando se hizo público que Steven Spielberg había comprado los derechos sobre “West Side Story”, y después leímos en Variety que le hacía ilusión dirigirla en memoria de papá, sentimos un estremecimiento en la fuerza. Nosotros y varios millones más, que no pudimos más que preguntarnos si era necesario revisar la obra maestra absoluta que los inolvidables Robert Wise y Jerome Robbins (incluido en los créditos de dirección por su maravillosa, esencial coreografía) alumbraron en 1961. Enamorados hasta los tuétanos de este clásico y de su partitura, en su día asesinamos de extenuación el vinilo de un musical perfecto, entre los mejores que jamás se hayan escrito, y esto vale para después que nos hayamos muerto, cuando ya nadie hablará de nosotras, pero sí de esa película básica en la cinematografía universal ¿Para qué tocarla, si es perfecta? Todo nos sonaba a disparate, y la intención de Spielberg, sobre dios que es, nos parecía eso, un capricho que se le apetecía a dios, que nunca había dirigido un musical, y “West Side Story” era el juguete escogido. Podemos dar nuestra palabra -hasta ese instante nuestra pasión- que hemos sufrido por este proyecto, finalmente estrenado en diciembre del repugnascente (aún duele) 2021. La hemos visto dos meses después, y con el corazón encogido cuando el proyector hizo la luz.

 
 
west side story cartel 2

 

Unos pocos años antes, en 1986, nos gastamos un dineral en la Galería del Disco (tres mil pesetas costó, y la tienda, en la calle Arráez, muerta) en la doble casete de Deutsche Grammophon con la grabación opératica que Leonard Bernstein hizo de su musical protagonizado, ahí es nada, por José Carreras como Tony y Kiri Te Kanawa como María, además de Marilyn Horne y Tatiana Troyanos, todos ellos colosos junto a la Filarmónica de los Ángeles (no acreditada en las sucesivas ediciones de esta versión) Fue un dispendio adolescente que pretendía prolongar el amor por la película y música primigenias, y aunque también la escuchamos a modo, nos dejó un poquito fríos. Este es un disco de absoluta referencia, que entendimos lo mismo que hemos entendido, después de escucharlas, las sucesivas grabaciones de “West Side Story” que se han publicado, porque estamos hablando de un drama musical que se perpetúa eternamente. Esto es “Romeo y Julieta” con canciones, ya se sabe. Pero que se represente constantemente en la escena es una cosa (vimos la última versión, fantástica, estrenada en España, Teatro Calderón de Madrid), y traducirla de nuevo al lenguaje cinematográfico, otra muy distinta, más aún cuando estaba la catedral hecha. Qué incertidumbre, entonces, ante el nuevo capricho de dios.

 

 

Vamos con la película de Spielberg. Algunas consideraciones sobre el nuevo reparto. Tony siempre ha sido un personaje más bien blandito a pesar de su instinto homicida. Ya lo era en la película de Wise/Robbins (muy guapo y muy blandito Richard Beymer), y aquí no lo es menos. Ansel Elgort da muy bien en este personaje. Es un actor (blandito) que nos parece lastrado por su aspecto de capitán probablemente luterano de fútbol americano del instituto, al que todas y otros se lo quieren follar, e incluso casarse con él. Canta con la tesitura muy justa, pero lo hace estupendamente. Podría haber sido cualquier otro. Nos gustó especialmente en el número “Cool”. Y luego hace muy bien de muerto, la verdad. De Anita se encarga Ariana DeBose, una actriz potente y negra, a la que le corresponde traernos a la memoria a Rita Moreno, menudo trago. Es una dinamo, y aunque las muchas líneas de diálogo en español que contiene esta película casi bilingüe las diga con un acentazo yanqui de caerse para atrás, nos ha enamorado. Baila y canta como los ángeles, y de remate es hermosa. Mambo.

El Bernardo de David Álvarez, ay, sí, aunque George Chakiris era un hueso duro de roer, y nos acordamos mucho de él. Este es nuestro problema con esta película nueva: hemos visto tanto la original que nos complica la vida, y nos parte el corazón. Nos han gustado especialmente Mike Faist (un Riff famélico y oscurecido, nada que ver con el mocetón que llegó primero), y Kyle Allen como Balkan, ambos de los Jets; son de estos actores jóvenes que todo lo hacen de maravilla (actuar, cantar y bailar), porque hace muchos años, y continúa, que la competencia para el actor es cada vez más agresiva, están todos preparadísimos. En España pasa lo mismo, pero mucho menos.

Y, finalmente, la presentación de Rachel Zegler como María, teniendo por delante a Natalie Wood en la pantalla antigua y a Marnie Nixon en la voz/playback. Muy bien armada esta joven actriz, lo cual que me remito a las líneas de arriba. Es fantástica, mona y tal, pero las lleva claras. El tiempo dirá si llega a consumar una carrera como la de Wood, nosotros apostamos todo a que no será así. Lo de Rita Moreno (aquí también productora ejecutiva) es pertinente y emocionante, tampoco el trueno. En fin, un saco de buenas castañas sin gusano ninguno. Y cargar las tintas en la trama contra el racismo, que se veía venir desde que se anunció el proyecto y los tiempos que corren.

 

 

west side story foto 2

 

 

Gustavo Dudamel es un director de orquesta a quien nadie se atreve darle la bofetada que pide a gritos, sobre todo cuando escuchamos, por ejemplo, su Wagner, que parece como para la audifonía de un parque temático con monstruos y todo cristo. Esto se lleva mucho, y él es un chico de moda que va constantemente a la pelu porque con esa cabeza no se puede. En el gesto frente al atril es Abbado, y muy poco más. Su revisión de la partitura de Bernstein es francamente satisfactoria. Se ha atrevido a dotarla de unos tonos más latinos y jazzísticos que la original, y sin superarla jamás, nos parece poco intrusiva su intervención, de hecho vale mucho o lo suficiente. Como Spielberg no escatima en gastos, toca la Filarmónica de Nueva York. La bofetada a Dudadmel sigue, empero, pendiente.

Y luego dios. Recordamos una muy vieja entrevista que la revista Fotogramas le hizo a un joven David Trueba, que entonces arrancaba a seguir los pasos de Fernando. El joven autor, entonces muy ebullescente en este prurito de entrar sin llamar primero, dijo que “Spielberg es lo que peor que le ha pasado al cine en los últimos treinta años”. Era, naturalmente, una boutade común a estos niños repicónconos, pero una boutade plena, efectivamente, con su humor amolado y significado verdadero: aquí no lo vamos a explicar. Steven Spielberg ha filmado una de las mejores películas del año. Su “West Side Story” es deslumbrante, pero no le baja la temperatura a la original. La pone al día, la traduce a una forma de filmar contemporánea (de la que es el mayor responsable), y despacha un producto perfectamente empaquetado, político ad hoc, precioso, regalador. La “West Side Story” de Spielberg es muy buena. Le ha cundido. Se la ha dedicado a papá, es un chico de palabra. Antes de verla otra vez, veríamos dos y tres veces la primera de Wise/Robbins, pero con todo lo verdaderamente nuevo que está por venir, no sé si nos quedará tiempo para regresar a este lujoso remake de dios, que la vida son dos días.

 

 

https://www.youtube.com/watch?v=tkb_cAdc0EI

 

 

 

 

Foto de Paka Romero

Antonio de la Trinidad Ruiz

Almería, 1972. Escritor desde chico, después de pasar un puñado de años dedicado a la prensa escrita, fundó junto a otros compañeros de la escena almeriense la compañía “Luna Roja Teatro”, labor en la que está actualmente inmerso. Apasionado del cine y sus sobrepujantes meandros televisivos, ocupa algunas de sus horas en comentar mediante la letra tanto los veteranos como los nuevos títulos que se incorporan a un catálogo universal e inabarcable.

 
 

Comentarios

  • Curro
    05/03/2022 en 1:08 AM

    Genial, Antonio. La veré en cuanto tenga oportunidad

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